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Jarri Puter (septiembre 11, 2003)
Por: Marco González Ambriz
marco@revistacinefagia.com

Jarri Puter es un mago adolescente que en vez de varita mágica tiene un birote mágico. La afición de Jarri por el dulce vernáculo poblano comenzó desde muy chico, como corresponde a un bebé que aún usaba pañal y chupones. El chile todaví­a no formaba parte de su alimentación porque podí­a hacerle daño. La corta edad de Jarri no fue obstáculo para que cierto encapuchado narizón (que no es el que están pensando) penetrara primero en la casa donde el futuro mago viví­a con su mami, después en la habitación donde se encontraba la cuna y por último en el indefenso niño, cambiando para siempre su orientación sexual.

A partir de entonces, la joterí­a de Jarri provoca que sus tí­os, quienes se encargaron de cuidarlo a raí­z de la muerte de su madre, lo consideraran un caso perdido. La suerte de Jarri cambia cuando descubre que tiene una «P» en la frente. Al preguntarse sobre el significado de esto, aparece su conciencia (Alfonso Zayas) y procede a informarle que la «P» indica que Jarri está predestinado a mariconear. Además, su conciencia le revela un secreto muy importante: cuando sus tí­os se encierran en su cuarto y le prohiben a Jarri asomarse es porque se están cogiendo cariño.

Para que Jarri se entere de que está destinado a ser un gran mago, y no sólo una loca sin aretes, tendrá que esperar la venida de Gigante (Alfredo Reyes El Judas) quien le informa que es su deber conducirlo a la escuela de magia y hechicerí­a a cargo del profesor Chileancho (El Gí¼ero Castro). También le informa que para llegar a dicha academia es necesario pasar por dos cuartas y media de riel. Al oí­r esto a Jarri se le hace agua la boca, hasta que Gigante le aclara que se refiere al riel que recorre el antiguo express en la estación abandonada de Buenavista.

Cuando llega a la escuela de Chileancho Jarri conoce a los profesores encargados de convertirlo en un gran hechicero: las maestras Alma Madero y Concha Quetas y el maestro Pedorrí­n. La aparición de Jarri causa una gran impresión entre las alumnas, debido a su enorme talento para la magia, aunque ellas no se muestran muy conformes con que sea del otro bando. Cozitas (Jessika Farrel) trata de sacarlo de su error sirviéndose de sus cosotas mientras que Nalguilina (Alexa Castillo) tiene la teorí­a de que unas nalgas femeninas pueden volver macho al joto más recalcitrante y está dispuesta a probarla con Jarri. La popularidad de Jarri en la escuela no sólo se debe a la gran facilidad que tiene para la hechicerí­a, sino a su estricto código de ética, ya que a pesar de la insistencia de sus compañeras él sigue pensando que el mejor camino es el recto.

Si todo lo anterior les parece una auténtica estupidez, les cabe toda la razón. Las pelí­culas del Gí¼ero Castro siempre se han caracterizado por su sentido del humor vulgar y más que pelado, y por estar realizadas de una manera rudimentaria, a base de puro master shot. En este caso también se le podrí­a criticar que Jarri Puter es una serie de sketches más que una historia coherente y que se trata de un pretexto para sacar a relucir todo su repertorio de albures, desde que Jarri es un bebito hasta que es nombrado el Rey del Orgasmo Gay. En defensa de Castro, se puede decir que la adaptación que hizo Chris Columbus de las dos primeras novelas del personaje creado por J.K. Rowling también se puede calificar como una serie de escenas sueltas sin ningún sentido dramático que sirven sólo para hacer un despliegue de efectos especiales.

Por tratarse de un videohome, Jarri Puter usa los efectos especiales más primitivos: los magos se vuelven invisibles y las escobas vuelan con la ayuda de hilos. En cuanto a la escenografí­a, los productores al menos se tomaron la molestia de encontrar una locación parecida a un castillo. De cualquier manera, en este tipo de pelí­culas lo que importa son los chistes y aquí­ habrí­a que señalar que como ya es costumbre en la obra del Gí¼ero Castro los hay buenos, malos y pésimos. Hay algunos detalles ingeniosos, como cuando Jarri acude a comprar su varita mágica con un vendedor de dildos, pero también abundan los albures ya muy repetidos («Tú me dijiste que era un regalito y no: es un regarrote»). Se incluye una escena donde Cozitas, Nalguilina y Paloma se le encueran a Chileancho para que las apruebe en un examen. Esta escena no viene al caso pero habí­a que incluir desnudos a como diera lugar.

Por eso me gusta México :p