Esta es una historia que algunos dicen que es leyenda urbana, otro alegan que es verdad y otros incluso que fueron testigos de ella:
Habia una vez, un vendedor de naranjas, que vendia en su pick up recorriendo las calles de Hermosillo. Para promover el producto, el dicho vendedor puso un altavoz en el cofre del vehiculo con el cual avisaba a la gente de los barrios que visitaba acerca de lo que vendia.
Cabe aclarar, que dicho altavoz no funcionaba por medio de una grabacion, sino que el mismo conductor iba anunciando el producto.
Y pues resulta, que un buen dia, iba el pick up recorriendo las calles de la capital sonorense como cualquier otro dia, con su cantaleta de las naranjas – naranja fresca, naranja dulce, mande a su chamaco con una bolsa con una canasta, llevela naranja buena, naranja fresca- y entre que manejaba y anunciaba, no se percato que delante de el habia un tope de grandes dimensiones. Pues el conductor, ajeno al tope, paso por encima de el de manera abrupta con el consiguiente zarandeo que causa pasar un tope de esa manera.
Fue en ese momento cuando el conductor recordo que el altavoz solo estaba sobrepuesto en el cofre del pick up, y que con el movimiento brusco se iba a caer y solo alcanzo a exclamar «A LA VERGA, LA BOCINA», sin darse cuenta de que traia todavia el microfono cerca de la boca.
Desde entonces, se ha convertido en un dicho popular cuando algo inesperado sucede, exclamar «A LA VERGA, LA BOCINA»