Revisando mis agendas viejas y algunos papeles y documentos antiguos, me encontré un viejo boleto del metro con un teléfono anotado y una frase que aun hoy, me estremece de leerla: “… cuando quieras. Solo llámame. Eder”. La historia es tan simple y ordinaria que incluso el contarla a detalle no significa algo más allá del haber “ligado” a alguien en una estación del metro, robarle unos besos y unas caricias calientes dentro de un vacío vagón por los rumbos de Barranca del Muerto una noche en el lejano año de 1989. Sí. Fue una experiencia si se quiere ver así, “extrema”; aunque igual de parecida en intención y resultados como las de aquellas parejas hetero que, aprovechando la mala iluminación de ciertos parques públicos, entran no solo a besarse o a fajarse sino a cosas donde el límite es propiamente el tiempo y la capacidad de disimular los pujidos y gemidos; además de una extrema habilidad de poder agitarse sin (paradójicamente) moverse. Siendo sinceros, muchísima gente, dentro de su catálogo de fantasías sexuales tiene un lugar muy especial el de hacerlo en lugares públicos o dentro del transporte público; para que el ojo furtivo de algunos peatones puedan ver lo que sucede y, en el mejor de los casos, llevárselo en la mente como anécdota o “motivo” para darle rienda a los placeres de la mano… y en el peor, que de aviso a alguna autoridad y que el gozo termine en una delegación de policía.
Buñuel decía que “la ilusión viaja en tranvía”; aunque ciertamente, si viviese en estos tiempos de (supuesta) libertad sexual, no sé qué impresión tendría de lo que sucede en los calientes túneles del metro de la Ciudad de México; donde muchos bajan (sin albur) a satisfacer las ansias del sexo anónimo y la sucia emoción de ser y dejarse ser en los brazos, piernas, nalgas y demás partes que la personalísima geografía corporal asigna como puntos de placer y lujuria a los cuerpos apretujados dentro de un humedo y caliente vagón.
En los túneles del metro, como extensión de la vida que sucede arriba, hacemos de cuenta que sucede nada. Es decir, la indiferencia ante los demás es más que evidente en ese espacio reducido. Te pueden asaltar o golpear y nadie vendrá a tu auxilio… aunque de igual manera, si buscas “amor” bastará con que te dirijas al último vagón y entres en el mundo de las metreras.
En realidad, el término “metrera” es relativamente nuevo, aunque su práctica (quizás) date desde la inauguración de este medio de transporte en el DF. Metrear originalmente se definió como la práctica de ligar dentro de las estaciones del metro… y de ahí a donde el destino nos lleve manas!!! (Que por cierto podría ir desde la cama de un hotel, el asiento de un auto o en el peor de los casos, la fría plancha del SEMEFO). Esta práctica fue clandestina hasta relativamente poco (digamos que cuando las jotas empezamos a “empoderarnos”) y por otro lado, para las comadretz mas atrevidas, el practicar el sexo oral, anal o cuando menos, un faje rápido, era el “premio mayor” si las condiciones eran las adecuadas; a saber: Alta hora de la noche; vagón vacío y la calentura suficiente como para mandar los escrúpulos a la chingada y arriesgarse a hacerlo.
Como les decía, hasta hace algunas décadas, el “vagón de la alegría” (que así se le conocía al último vagón de la línea 1 del metro) era más bien un lugar mítico que generó leyendas dentro de la joteria capitalina donde el asombro, el morbo y la curiosidad fue moldeando leyendas como la de la jota insaciable que puntualmente estaba a las 11 de la noche, todos los días, en la estación Insurgentes y que con una sola caída de sus ojos te podría invitar para un viaje de placer de 2 minutos; que era el tiempo que el tren tardaba de cambiar de vía en la terminal Observatorio del metro. Por supuesto que muchos weyes jurarían que la vieron y pocos más, que tuvieron el gusto de compartir el numerito con ella. Lo cierto es que como todas las leyendas, la verdad era a veces más prosaica que la fantasía tejida alrededor del hecho… hasta hace poco.
De un tiempo para acá, la fantasía del sexo gay ocasional y furtivo dentro de los vagones del metro dejó de ser un mero mito a una realidad que sobrepasa incluso lo que uno podría pensar como “posible” en un espacio como tal y sobre todo, a la vista de tanta gente. Bienvenidos al reino de la cajita feliz… bienvenidos al mundo de las metreras.
Las metreras ya no son los cazadores de hombres que discretamente, se escondían en los andenes del metro para furtivamente lanzar con miradas indiferentes códigos secretos que solo los entendidos podrían descifrar. Eso ya es cosa del ayer y ahora, las metreras se organizan para convertir el último vagón en lugar de los más intensos juegos sexuales y si se puede, improvisado set de filmación de anónimas estrellas porno gay. Algunas de estas profesionales del sexo en el metro exhiben sus “triunfos” ya sea dejando correr su fama en los antros gays de moda y otras, colgando videítos en páginas de sexo gay.
Dicen que cuando algo se vuelve muy popular deja de ser divertido y este es el caso del metreo. Actualmente, de tan popular ha caído en los excesos propios de la decadencia y resulta obvio que incluso, dejo de ser algo espontaneo para convertirse en provocación barata o incluso, en perversión. Por ejemplo, alguna comadretz me ha referido las “hazañas” del joto que se faja a escuincles de secundaria… a las 12 del día, pegado a una de las puertas del vagón, a la vista de quien lo quisiera ver.
Por esa razón, el Gobierno del DF y la administración del Metro, tomaron hace dos semanas la decisión de que, a partir de las 9 de la noche al cierre, se ha prohibido el acceso a los últimos vagones del metro; como una medida precautoria para evitar, dentro de lo posible esta práctica.
Por supuesto que esto ha generado reacciones y polémica. Por un lado, ciertos colectivos de jotitas pusieron el grito en el cielo porque consideraban que sus derechos estaba siendo afectados; ya que según ellas, el cerrar el ultimo vagón era un claro acto de homofobia (por supuesto que las comadretz se hicieron de la vista gorda sobre lo que “realmente” estaba pasando en dichos espacios) y se sintieron agredidas porque, a según de ellas, el siguiente paso, era prohibirles la entrada al metro.
Y por otro, fue la reacción de varias organizaciones católicas que encontraron en este acto una razón más para atacar a los jotos vía la descalificación sistemática de que nuestro “estilo de vida” nos impide la convivencia con los demás y que considerando el peligro que somos (para los heteros, claro está) el gobierno decidió cerrar ese vagón del metro… con las consecuentes molestias para todos.
A la molestia e indignación de las jotas que ven en esto un acto de homofobia, les diría que creo que ya es tiempo de que le empiecen a bajar dos rayitas a sus pretensiones de sentirse a cada rato como Juana de Arco a punto de ser quemada como mártir. No por el hecho de que hayamos obtenido en los últimos años reconocimiento y cierta tolerancia eso implica ponerse estúpidas y pensar que en todo lo que se hace (en apariencia) contra nosotros hay un tinte de homofobia. En este caso, simplemente se trata de que el metro no es como las “casitas” o cuartos oscuros y que simplemente, no están diseñados para tener sexo dentro de sus instalaciones.
Sin embargo, no se le puede poner diques al mar y mucho menos a aquellos que sienten una adicción por el sexo en lugares extraños. Posiblemente, en algunos años, el sexo gay en las oficinas de gobierno sea lo que este de moda … si no es que ya sucede!
Besitos y feliz día del amor y la amistad!
angeles dice
Gracias RBD Boy, feliz día para ti también
Esas historias del metro, desde que iba a la universidad, tan viejas como las historias de prostitución en el metro Hidalgo.
Chanate dice
Aca en mi pueblo no existe el metro. Yo creo que por eso todos los jotos emigraron al DF y muchos otros en su camino al sur se quedaron en Cd. Obregón.
RBDBOY, la neta que este post si estuvo largo y al final nunca contaste bien la historia del Eder.
juanparty dice
ala madre!! aprecio la «Pericia» de los que leen todos los post del Errebede, me quede en el titulo.
juan_loko13 dice
El juan party si entiende al rbdboy porque igual a el se le hace agua la canoa y en monterrey hay metro (sin ofender rbdboy solo ofendo al juan party)
patan bichi dice
Porque las parejas gay son tan promiscuas e inestables, su naturaleza es ser infieles a sus parejas…. estoy mal?,comentario buga
Tractor dice
Pero quien entiende a la Jefa de Gobierno del DF; pués no que la Ciudad de México es la capital GAY, hasta obsequió viajes con todo pagado para que pasaran la luna de miel las parejas gay; y ahora les cierra los atractivos turisticos, bueno ya será para las proximas elecciones que les vuelva a permitir el acceso a estos vagones.
Edgar+Maruja dice
Creo que nos quitan un lugar de gran diversión, ya que, yo que ya me había comprado mi camara para grabar esos encuentros casuales, que la neta se ponian muy buenos, pero era en todas las líneas, en todas, experiencias sobran.