Cuenta Leonard Cohen que se subió a un elevador del hotel Chelsea con la irreprochable intención de toparse con Brigitte Bardot; no lo consiguió, pero a cambió se encontró a Janis Joplin que andaba buscando a Kris Kristofferson. Cuando el elevador llegó al piso de Cohen ya habían decidido que suspenderían la búsqueda y que pasarían la noche juntos. Janis, que era una estrella, le dijo a Cohen, que entonces era un triste poeta: «prefiero a los hombres guapos, pero por ti voy a hacer una excepción». De aquella noche de amor efímero nació la canción «Chelsea Hotel», en donde Leonard Cohen revela sus intimidades amatorias con Janis y termina diciendo: «Te recuerdo claramente en el hotel Chelsea, eso es todo, no pienso muy seguido en ti».
El hotel Chelsea está en la manzana que hace esquina con la 222 West y la calle 23, es un edificio oscuro de diez pisos, construido en 1884, situado casi enfrente de una iglesia de aires góticos que hoy funciona como discoteca rave y que ostenta el trascendental nombre de «Limelight». Tiene 250 habitaciones y sólo unas cuantas se rentan por noche, las demás se alquilan por temporadas largas. En sus pasillos se cultivan toda clase de plantas exuberantes y no es difícil toparse en las escaleras con pájaros, iguanas, changos o, con un poco de suerte, la boa constrictor que tiene el largo de tres habitaciones y el grosor de un taburete early american.
Sus camas han sido desvencijadas por las inenarrables costumbres nocturnas de Jimi Hendrix, Frank Zappa, Keith Richards, Buddy Miles, Ron Wood, The Grateful Dead, The Beach Boys, Procol Harum, Country Joe & The Fish, Pink Floyd y los Allman Brothers. Bob Dylan escribió varias de sus canciones en la habitación A17; un grupo de estudiosos ha especulado sobre la posibilidad de que el letrero de neón que cae justamente sobre su ventana, es la inspiración que iluminó al maestro.