Wendy Northcutt es bióloga molecular de la Universidad de Standford, y mantiene desde hace años un sitio llamado The Darwin Awards que otorga los Premios Darwin. Dichos premios, según sus propias palabras, «premian a los individuos que protegen nuestro patrimonio genético a través del sacrificio máximo: eliminándose a sí mismos de modos extraordinariamente idiotas, mejorando por lo tanto las posibilidades de la raza humana para sobrevivir a largo plazo. Para decirlo más claro: son cuentos morales acerca de gente que se ha matado a sí misma de las maneras más estúpidas, y, al hacerlo, han mejorado significativamente el patrimonio genético, eliminando sus propios genes del proceso evolutivo».
En el sitio hay casos documentados difíciles de creer, como el que sigue a continuación:
Este inconcebible caso mereció una Mención Honorífica en 1982, y está confirmado por el escritor Charles Downey, los cables periodísticos de la United Press y los informes de la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos.
Larry Walters, camionero de Los Angeles, tomó un buen día la decisión de cumplir sus sueños de infancia: ser aviador. Larry había intentado ser piloto militar, pero sus problemas de vista ocasionaron que la Fuerza Aérea norteamericana lo rechazara por incapacidad física.
En 1982, compró 45 globos sonda meteorológicos de 10 metros cúbicos de capacidad y 1.22 metros de diámetro cada uno en una tienda de la Marina. Compró además varios tubos de gas helio, y se preparó para su gran hazaña.
Tomó su confortable silla de jardín construida de aluminio y la ancló mediante una cuerda a la defensa de su camioneta todo terreno. Ató los globos al armazón de la silla de jardín y los llenó con 450 m3 de helio. Luego, contento con la aventura que estaba a punto de emprender, bautizó a su silla voladora con el soñador nombre de «Inspiración I» y se proveyó de los víveres que consideró necesarios: una radio de 27 megaciclos, múltiples latas de cerveza, algunos sandwiches y un rifle de aire comprimido. Su plan era sobrevolar el valle a unos cómodos 9 metros de altura. Cuando se cansara de viajar, rompería algunos globos con su arma para descender lentamente hasta la seguridad del suelo.
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