Introducción al Porno

¡PORNO! ¡PORNO! ¡PORNO!

La sola palabra incomoda a las buenas conciencias y religiones establecidas. Desata las crí­ticas paternas y nos remite en nuestros recuerdos a los tiempos del VHS, antenas parabólicas y revistas bajo el colchón. Siendo un tema tan extenso me propongo dividirlo en varias entregas. Por lo pronto si ustedes me lo permiten, empezaremos con una breve introducción, solamente la puntita de este gran iceberg que es el mundo del entretenimiento para adultos mejor conocido como el porno.

Casi todos los que me conocen saben que me gusta ver pornografí­a (tanto como a cualquier varón adulto heterosexual con una conexión a Internet de banda ancha). Lo que a veces me confunde un poco son las actitudes y dedos acusadores diciendo:

Pinche Chanate ¡Ves mucha pornografí­a, eres un enfermo y adicto!

Y digo que me extraña porque igual soy aficionado al cine, a leer hasta en el baño, a la comida, a las computadoras y a los videojuegos, pero aparentemente esas son costumbres menos problemáticas que el porno. ¿Porque se critica tanto a la pornografí­a? Creo que una de las razones principales es porque tenemos el cliché de que el sexo es algo malo que debe permanecer oculto.

Las personas que saben de memoria sobre arte o cine son bien vistas, pero si uno se sabe los nombres de los actores y actrices del mundo adulto es algo mal visto, a pesar de que como cualquier otro pasatiempo o diversión, en dosis adecuadas no es algo negativo.

Tal vez lo peor del tema es darse cuenta de que las llamadas ‘buenas conciencias’ se sienten capaces de decidir que es lo que los demás podemos y/o debemos de ver en una pantalla.

Otro problema de este tema, es que algunas personas asocian a la pornografí­a con la idea de explotación femenina, lo cual es falso. En el porno, al igual que en todos los ambientes laborales, existen diferentes condiciones que varí­an dependiendo del empleador y los compañeros de trabajo. Muchas mujeres trabajan en el ambiente porno de manera voluntaria, por gusto y con placer y no solo por causa de traumas infantiles o conductas sadistas.

¿Será porque la industria de la pornografí­a es la única donde las actrices reciben un salario cinco veces superior al de los actores? ¿Es muy difí­cil entender que existen personas adultas que deciden voluntariamente transitar por el camino de los close-ups ginecológicos, el amor ‘polaco’, las relaciones donde no importa la cavidad sino la cantidad y donde no importa si los hombres tienen talento histriónico sino que basta con que tengan un ‘gran futuro por delante’?

Digan lo que digan, ser parte de alguna de las secciones de la cadena del entretenimiento para adultos, aunque sea como un simple espectador, es solo una cuestión de responsabilidad personal y eso si, mucha lubricación.

Que la mano aceitosa del gran Onán sea con ustedes ahora y hasta en los tiempos de pareja. Que así­ sea.

(Nos vemos en la próxima entrega de este curso de Pornografí­a que apenas inicia).