«De regreso de un viaje a Bolivia y Argentina mis cuñados María y
Javier traen el periódico Clarín del 30 de agosto. En él, viene la
noticia de que va a ser presentada al parlamento peruano una nueva Ley
de Turismo que contempla la posibilidad de entregar la explotación de
zonas arqueológicas importantes como Machu Picchu y la ciudadela
preincaica de Chan Chan a empresas privadas mediante concurso
internacional. Clarín llama a esto «la loca carrera privatista de
Fujimori». El autor de la propuesta de ley es un tal Ricardo
Marcenaro, presidente de la Comisión de Turismo, Telecomunicaciones e
infraestructura del Congreso peruano, que alega lo siguiente: «En
vista de que el Estado no ha administrado bien nuestras zonas
arqueológicas ¿qué pasaría si las otorgáramos a empresas
especializadas en esta materia que vienen operando en otros países con
gran efectividad?» A mí me parece bien. Que se privatice Machu Picchu,
que se privatice Chan Chan, que se privatice la Capilla Sixtina, que
se privatice el Partenón, que se privatice Nuno Goní§alves, que se
privatice el Descendimiento de la cruz de Antonio de Crestalcore, que
se privatice el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, que se
privatice la cordillera de los Andes, que se privatice todo, que se
privatice el mar y el cielo, que se privatice el agua y el aire, que
se privatice la justicia y la ley, que se privatice la nube que pasa,
que se privatice el sueño sobre todo si es diurno y con los ojos
abiertos. Y, finalmente, para florón y remate de tanto privatizar,
privatícense los Estados, entréguese de una vez por todas la
explotación a empresas privadas mediante concurso internacional. Ahí
se encuentra la salvación del mundo… Y, metidos en esto, que se
privatice también la puta que los parió a todos».
La privatización
José Saramago
Tomado de un mail que me mando el buen Benji