Si algo aprendí bien en mis años de crédulo fue a entender que en cualquier situación de la vida podemos percibir a Jesus. Si, a Jesus. Ya sabes, ese señor que dicen que embarazó a su propia madre de sí mismo y se murió un ratito para salvar al mundo que estaba condenado porque unos tipos desnudos sin ombligo se comieron una fruta de un árbol que un dios extraterrestre de nombre sin vocales había sembrado en un huerto ubicado en un lugar inaccesible del Medio Oriente.
Cuando uno domina esa técnica de percepción que enseñan en el judeocristianismo, asuntos tan triviales como ver el «estreno» en televisión de películas de los años noventas como Rocky III y Robocop se pueden convertir en experiencias trascendentales y de gran bendición.
Tomemos por ejemplo al mencionado Robocop. Que es una divertida película de ciencia ficción que se desarrolla en una decadente y futurista ciudad de Detroit en donde los policías conducían unos modernos Topaz. El actor Peter Weller interpreta a un buen policía que es asesinado en cumplimiento de su deber y se convierte en el candidato perfecto para inagurar el programa Robocop (o Policía Robot, para los monolingües). Como el primer Robocop, Robocop hace las cosas típicas de un Robocop, como por ejemplo robocombatir al crímen y robodetener la corrupción de la corporación que lo convirtió en Robocop.
Bien, pues esa es la historia que muchos ven, pero solo las personas que tienen una gran apertura epiritual pueden notar que en realidad la película Robocop cuenta la historia de Jesus.
El Robocop de Paul Verhoeven, así como The Matrix, The Day the Earth Stood Still y algunas otras películas extrañamente relacionadas con Keanu Reeves, usan a su héroe protagonista como una metáfora del Jesus el Cristo. Empecemos por lo más obvio. La historia de Jesus cuenta que él vivió, fue asesinado injustamente y despues resucitó. Por parte de Robocop, la historia es prácticamente la misma:
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