Generalmente solemos ser benevolentes con nuestros héroes musicales y más, cuando estos pasan de ser meros músicos que escribieron canciones que nos gustan a ser iconos culturales, cercanos ya a la santidad.
Los Beatles ejemplifican lo anterior, ya que su propia historia, convertida ya en leyenda, suele ser siempre contada en los términos que uno esperaría de una fábula épica: Una que abarca desde sus humildes orígenes de clase trabajadora en el puerto de Liverpool; su iniciación hacia el triunfo gracias a su talento, el éxito mundial predicando un mensaje de paz y amor y su posterior disolución debido a la incapacidad de contener sus propios talentos (y egos) en favor de mantener la unidad de un grupo que, para ese momento, ya no existía.
Para muchos “Bicle fans” y para la mayoría de los que conocen su historia, la disolución del grupo es culpa única y exclusivamente de una mujer: Yoko Ono; la cual prácticamente “embrujo” a John Lennon al punto de que, a partir del “Album Blanco” generó la separación de grupo, interponiéndose física y mentalmente entre Lennon y los otros Beatles hasta su disolución final (y formal) el 9 de junio de 1975.
A partir de ahí, la leyenda de los Beatles nace y con ella, la esperanza siempre viva de que, algún día, los Beatles volverían a juntarse y tocar, al menos una vez más, en vivo.
También dio pie a mantener el “Culto Beatle” a través de la mitificación no solo de la historia “oficial” del grupo, sino también de la exacerbación de las personalidades de sus integrantes: John Lennon se convirtió en el artista radical, idealista y vanguardista que sobreponía el arte, el amor y la paz sobre los intereses económicos; Paul McCartney se convirtió en el “fresita” con el talento musical suficiente para hacer éxitos de “tontas canciones de amor”; George Harrison acentúo su imagen de “Beatle místico”; más interesado en elevarse al Nirvana que en los placeres mundanos y Ringo Starr; pues simplemente, seguía siendo Ringo: el “cuate” que todo mundo quisiera tener por aliviando y buena onda.
Es decir, a partir de su disolución, los Beatles fueron alzados de inmediato al imaginario colectivo como iconos de lo bueno, de lo noble y sobre todo, de la fuerza del amor para poder lograr un cambio de conciencia y sus integrantes; receptáculos de las virtudes aumentadas de sus “supuestas” personalidades.
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