Aquí les dejo esta columna de Nestor Ojeda de Milenio, que no dice más que la verdad, con todas sus letras.
Nestor Ojeda – La nueva cara que Andrés Manuel López Obrador le quiere vender al electorado mexicano es, sin duda, linda, atractiva y muy innovadora. Su república amorosa ha sorprendido a propios y extraños, tanto como sus declaraciones de amor y paz a sus archienemigos, como Felipe Calderón, Diego Fernández de Cevallos, Carlos Salinas de Gortari y otros.
Pero como a los muñecos mal amarrados, luego luego se le revientan las costuras, se le sale el relleno y se le nota lo que trae adentro. Igual que a su paisano y contrincante acérrimo hace un sexenio, Roberto Madrazo, al Peje se le nota el rencor, la envidia, la traición y la mala leche que trae acumulada dentro.
Tristes representantes de la política tabasqueña, a AMLO y a Madrazo los unen rasgos deleznables y repudiables a la vista de todos: mentirosos, tramposos, dobles, autoritarios y naturalmente indignos de la confianza institucional y popular; a la par de ignorantes y pragmáticos.
A diferencia de Madrazo, a quien la maquinaria priista detectó, evaluó y repudió, El Peje en el PRD no tiene límites que lo contengan.
Como las malas aguas, López Obrador se mezcla con las buenas y las contamina. Ahora, de nueva cuenta, luego de que declarara que las encuestas en 2006 estaban amañadas y cuchareadas, quiere repetir la dosis y niega campante que las mediciones de opinión pública lo ubiquen en el tercer lugar de la intención del voto rumbo a las elecciones presidenciales de 2012.
Ojalá no vuelva a podrir los comicios presidenciales, pero obviamente la república amorosa de López Obrador es el disfraz de la intolerante, corta y rencorosa idea de país que nos quiere imponer al resto de los mexicanos. Por eso la pregunta quién le cree al Peje es pertinente y necesaria.
Esperemos que, como con Mardrazo hace 10 años, la mayoría no se vaya con la finta y lo ponga en el lugar que merece: fuerta de Los Pinos.
Vuelta mundial
En París no se siente la crisis europea, pero se huele la debacle de Sarkozy y la indignación por el trato diferente e injusto que frente a Francia da Alemania al resto de los países comunitarios (España, Italia y Grecia) ante la debacle financiera. La pregunta que se hacen es: “¿somos socios o clientes?”.