Si tratásemos de identificar los factores decisivos para que una empresa fabricante de x producto crezca o no lo haga, seguramente mencionaríamos algunos como los costos de producción, la calidad de los productos, la rotación de los inventarios, el porcentaje de merma, entre otros.
Curiosamente, pocos de nosotros hablaríamos del nombre de la empresa, su imagen y el diseño de los productos que fabrica, aun cuando éstos son tal vez más decisivos que los mencionados en un principio.
Es un hecho que en México más del 90% de las empresas son micro, pequeñas y medianas (según la clasificación de la Secretaría de Economía), lo que nos deja con una gran mayoría de industrias de estos tamaños. Ahora bien, si por algo se distingue la gran mayoría de las MPyMEs es por ser empresas de corte familiar.
Hasta aquí todo bien, ahora lo que sigue: en una empresa familiar manda el propietario, quien toma decisiones sin bases sólidas, dejando a la suerte los resultados a obtener. Estas empresas generalmente carecen de una razón social distintiva, sus productos son las más de las veces feos en presentación y con marcas diseñadas por el hijo del vecino.
Generalmente las empresas y sus productos llevan nombres poco imaginativos e incluso tontos, como Gelatinas Cri Cri, Uniformes Ramírez, Fábrica de Tornillos Hermanos Mora y Pantimedias Maricela. Ni qué decir del diseño de marcas y logotipos, que son hechos por el primo que ayer instaló Photoshop en su PC, o peor aún, por el sobrino que tomó dibujo técnico en la secun.
Lo anterior lleva a que por más que Espumas y Poliuretanos Don Simón fabrique las mejores espumas de México no pueda competir en el mercado, por la falta de innovación, imagen y una buena marca, y por más que Leche Ganaderos Unidos de la Región Norte de México sea auténtica entera de vaca, no logré vender sus productos ni en su mismo rancho. Ya lo dice el dicho: de la vista nace el amor.
Siento que ya es tiempo de que se dé a los diseñadores (y demás profesionistas que participan en la creación de algún producto) el papel que realmente merecen, de lo contrario la industria mexicana nunca dejará la etapa larvaria y será difícil que nuestro rancho dé ese salto para salir de pobres que todos estamos esperando.