Pertenezco a una generación en la que el castigo corporal en la escuela primaria no era mal visto, al menos no como ahora. Durante mis años pre-adolescentes disfruté de diversos apoyos académicos por parte de mis queridos maestros: Jaladas de cachetes y patillas, golpes en las yemas de los dedos con la parte dura del borrador y raquetazos en las nalgas; sí, de esas que usan los tenistas. Y eso que asistía a una escuela privada manejada por cristianos protestantes (no pregunten; de verdad no pregunten). Eso me dice que golpear a los chamacos era más bien una práctica general en esos tiempos. No recuerdo cual de esas mini-torturas era la más dolorosa (me inclino hacia el borrador contra las yemas y talvez al jalón de patillas) pero sí sé que la más original de todas era la de los raquetazos en el trasero. ¿Cómo explica un profesor la existencia de una raqueta entre sus instrumentos de trabajo? En esos tiempos no existía Kournikova para poner el pretexto del fetiche sexual. La maestra alineaba a los dos o tres traviesillos frente al grupo y propinaba tres golpes fulminantes a los traseros de cada uno frente a las miradas de desconcierto de los alumnos sentados.
Ah, que maestra…. una maestra con métodos y maneras que más allá de no ser nada tradicionales rayaban en lo bizarro y en lo, sí, lo diré en inglés: creepy. Por alguna jugarreta de mi memoria hace poco tiempo empecé a recordar algunos actos de esta querida maestra que seguramente dejó marcados a sus alumnos de alguna forma u otra. Quien escribe fue marcado por ella, pero al cubo: 3ero. y 5to. de primaria, y para acabarla, 2do. de la prepa, ya en una escuela pública. La señorita (más adelante más de eso) era una excelente narradora de historias. Cualquier relato soso, narrado por ella se convertía en una aventura épica con efectos especiales y todo, público llorando y bocas abiertas. Esta habilidad para contar sabrosa cualquier anécdota era la que hacía que de repente se saliera de línea y empezara a hablarnos de tópicos no existentes en el programa de estudios de la institución. Por ejemplo, en tercero, en una ocasión nos contó una historia navideña que empezaba con Santo Clos y terminaba con «Santo Clos es sus papás, mensos». Yo no recuerdo sí antes de eso ya sabía la verdad acerca de los regalos o por lo menos lo sospechaba, pero hubo niños que se impresionaron tanto por la revelación, que llorando le pidieron cuentas a sus papás al llegar a casa. Niño:»Â¡Santo Clos no existe! ¡Tú eres!». Papá: «Â¿pero quién te dijo eso?» Niño: «Mi maestra de tercero. Ahora me disculpas, voy a portarme mal». ¿Cómo pelea un padre contra eso? El invento de Santo Clos es una de las maneras más efectivas de mantener en orden a los hijos, para que llegue una maestra y lo eche a perder todo. Al otro día llegaron varios padres de familia a reclamarle a la maestra tal injuria. No sé como diablos se arregló el problema, pero por un momento el salón de clases parecía La Escuela del Rock en la escena donde los padres se le echan encima a Joan Cusack.
2 años después. Quinto año. Historias increíbles sobre familias enteras asesinadas por leer la biblia, con lujo de detalles y sangre. Niños más grandecitos. Pueden soportar más verdades. Soy la maestra creepy y estoy checando el programa escolar del nuevo año. El programa marca que los muchachitos ya necesitan educación sexual. Esperen, ¿educación sexual? Pero… la educación sexual que proporciona la SEP es aburrida: pene, vagina, ensanchamiento de caderas, pelo donde antes no había, shalalá, guaralá… Â¡aburrido! Los niños de 10 años necesitan más emoción y más realidad. Mejor usaré ilustraciones de gente teniendo relaciones sexuales, pero no cualquier ilustración. Las más informativas son esas donde el cuerpo de la mujer es transparente, entonces se puede ver el pene introducido en la vagina, así le entienden mejor :). ¿Qué dices, Itzel? ¿Que es la cosa más asquerosa y fea que has visto en tu vida? No, se siente rico, deveras ¿Qué?. ¿Qué nunca en tu vida lo vas a hacer? Nombre, espérate unos añitos, al rato vas a usar el chiste de la muela y nomás te vas a reir. Ya pues, límpiate las lágrimas. Lo que sea Itzel… que venga tu papá y que me reclame, viejo anticuado. Sí, dije «viejo anticuado», quiere decir asi como aburrido y enfadoso.
Me la encontré de nuevo a los 16 años en la prepa. Sus narraciones seguían siendo perfectas y hasta olvidé sus historias controversiales. Pero bueno, algo tenía que pasar; después de todo era la maestra creepy, no es como que su nivel de bizarrez tiene que bajar con los alumnos adolescentes. Mis amigos de electrónica, grupo de puros hombres, me contaba que la aludida siempre encontraba la forma de comentar en la clase el hecho de que nunca había sido tocada por ningun hombre, osea, era señorita, virgen, quinta, etc, etc. No sé con que maestría se cuenta para deslizar ese tipo de información en un salón de clases: Sí, muchachos, hay palabras agudas, graves y esdrújulas. Por cierto, soy virgen y así. ¿Cuál era su objetivo? ¿Presumir de su más grande tesoro? ¿Jugar con las mentes enredadas de sus alumnos agregando mentiras sexuales? ¿Qué alguien le hiciera el favorcito? ¿Qué pretendía pueeeeees? Hasta ahora no he entendido su actitud y su método de enseñanza. A lo mejor soy un ñoño que se asusta con cualquier cosa, pero en mi universo esa señora tiene el título de Persona Creepy. Lo Siento. Por algo lo tuve bloqueado de mi mente por tantos años. Como diría alguien en alguna novela de Televisa de no sé que año: Las cicatrices del alma no se ven, pero son las que más duelen.
Amig@ blogger@: ¿Tus maestros eran iguales o peores?