Acaso hay algún personaje de cuentos de aparecidos más famoso y célebre que
ella? Quién de niño y aún hoy, no se ha puesto a recordar alguno de esos
cuentecillos de fantasmas y aparecidos que a lo largo de nuestra vida hemos
escuchado? todos hemos escuchado la historia de la Llorona.
En cada ciudad y pueblo varía su versión, pero al final todos conocemos esa
historia de voz de nuestras tías, tíos, papás ó papás de nuestros amigos.
Veamos que dice la versión documentada del libro: Las calles de México, Leyendas
y sucedidos.
«Consumada la conquista y poco más o menos a mediados del siglo XVI, los vecinos
de la ciudad de México que se recogian en sus casas a la hora de la queda,
tocada por las campanas de la primera Catedral; a media noche y principalmente
cuando había luna, despertaban espantados al oír en la calle, tristes y
prolongadisimos gemidos, lanzados por una mujer a quien afligía, sin duda, honda
pena moral o tremendo dolor físico. Las primeras noches, los vecinos
contentábanse con persignarse o santiguarse, que aquellos lúgubres gemidos eran,
según ellas, de ánima del otro mundo; atreviéndose a salir por las calles,
lograron ver a la que, en el silencio de las obscuras noches o en aquellas en
que la luz pálida y transparente de la luna caía como un manto vaporoso sobre
las altas torres, los techos y tejados y las calles, lanzaba agudos y
tristísimos gemidos.
Vestía la mujer traje blanquísimo, y blanco y espeso velo cubría su rostro. Con
lentos y callados pasos recorría muchas calles de la ciudad dormida – el
silencio y la soledad de las calles y plazas, el traje, el aire, el pausado
andar de aquella mujer misteriosa y, sobre todo, lo penetrante, agudo y
prolongado de su gemido, y no pocos de los conquistadores valerosos y
esforzados, que habían sido espanto de la misma muerte, quedaban en presencia de
aquella mujer, mudos, pálidos y fríos, como de mármol. Los más animosos apenas
se atrevían a seguirla a larga distancia, aprovechando la claridad de la luna,
sin lograr otra cosa que verla desaparecer en llegando al lago, como si se
sumergiera entre las aguas, y no pudiéndose averiguar más de ella, e ignorándose
quién era, de dónde venía y a dónde iba, se le dio el nombre de La Llorona.
La tradición de La Llorona tiene sus raíces en la mitología de los antiguos
mexicanos.
Sahagún en su Historia (libro 1º, Cap. IV), habla de la diosa
Cihuacoatl, la cual «aparecía muchas veces como una señora compuesta con unos
atavíos como se usan en Palacio; decían también que de noche voceaba y bramaba
en el aire… Los atavíos con que esta mujer aparecía eran blancos, y los
cabellos los tocaba de manera, que tenía como unos cornezuelos cruzados sobre la
frente». y con lloró decía: «Â¡Oh, hijos míos!, ¿dónde os llevaré para que no os
acabeís de perder?. La tradición es, por consiguiente, remotísima; persistía a
la llegada de los castellanos conquistadores y tomada ya la ciudad azteca por
ellos y muerta años depués doña Marina, o sea la Malinche, contaban que ésta era
La Llorona, la cual venía a penar del otro mundo por haber traicionado a los
indios de su raza, ayudando a los extranjeros para que los sojuzgasen».
Poco a poco, al través de los tiempos la vieja tradición de La Llorona ha ido,
borrándose del recuerdo popular. Sólo queda memoria de ella en los fastos
mitológicos de los aztecas, en las páginas de antiguas crónicas, en los
pueblecillos lejanos, o en los labios de las viejas abuelitas, que intentan
asustar a sus inocentes nietezuelos, diciéndoles: ¡Ahí viene La Llorona!
apreciable blogger, tú de niño (a) nunca escuchaste a la Llorona?